sábado, 9 de junio de 2018

Acto 4. Hembra

9:35 am
La chica camina atravesando el estacionamiento, la lluvia seguía tranquila pero la neblina seguía presente, poca gente había en las calles, y siendo éste un pueblo pequeño, el tránsito de autos es escaso; Albert la ve caminar, espera en la entrada de la biblioteca hasta tener una distancia considerable para no ser descubierto, en cuanto ve que da la vuelta en la esquina derecha, comienza a seguirla, en cuanto él llegó a la esquina, se asoma y ve que se dirige a una cafetería, que está justo al centro de una glorieta no muy lejana:

—¿Desde cuando está ese comercio ahí?—se preguntó extrañado. el edificio era de madera de color muy oscuro, no muy agradable pero su sencillo diseño redondeado le daba encanto y calidez, además que en todo su alrededor constaba de ventanas excepto en la cocina.

Vio como ella entraba al edificio, con una mirada seria, puso una pizarra en la ventana cercana de la puerta de ingreso que decía "Bebida del día: champurrado", Albert camina hasta el restaurante, ve a través del ventanal a la chica que camina al otro lado del mostrador, deja su bolsa debajo, se quita el gorro, saca el mismo libro que Albert le dio y un mandil blanco, el libro lo deja sobre la barra, se pone el mandil, se sujeta el cabello, se sienta en un banco alto de madera que esta a su izquierda hasta que finalmente toma su libro y lo abre en el poema "XIII Caravana de gitanos".
Albert llega a la puerta y entra al restaurante, comienza a mirar alrededor: piso, muebles y mesas de madera clara, iluminado con luz incandescente.

—Por dentro es más agradable—dice en su mente.

—Buen día, ¿qué te sirvo?—dice la joven, deja su libro a un lado.

Albert se da la vuelta hacia la chica, sus miradas se cruzan, ella se siente un poco extrañada, él se acerca a la barra, y se quita el gorro, ella dice con tono molesta:

—¿Qué es lo que quieres?
—Cálmate— Contestó amablemente Albert
—Eres el mismo que me dio el libro, ¿por qué me seguiste?
—Tranquila, yo solamente...
—¿Qué está pasando?—De la puerta de ingreso de la cocina, aparece un hombre jorobado de 57 años de corta estatura, con machas en la piel calvicie y canas, vestía con una gabardina , pantalón y zapatos de vestir.
—¡Pandora, te he dicho millares de veces que vistas falda! gritó el hombre.
—Señor, como habrá notado, está haciendo frío
 respondió la chica.
—No me importa, la necesitas para seguir aquí, de otra forma no atraes la atención de los comensales.

La joven se quedó en silenció bajando la mirada, el anciano continuó:

—Tú eres la que ha mantenido este negocio a flote por tus atributos, me imagino que incluso lograste captar la atención del joven presente.
Albert comenzó a enfadarse y entre más decía frases ofensivas en frente de ella, más aumentaba su enojo.

—Creía que los latinos eran unos buenos para nada, al contrario, son trabajadores, por ello hay que saber aprovecharlos, !ja ja ja¡

Albert entró por la puerta que entra a la barra, levantó el hombre bruscamente y lo recargó sobre la pared, éste comenzó a gritar de miedo, la muchacha veía sorprendida el rostro asustado de su jefe y la expresión de enfado de Albert, mientras él decía:

—!Escúchame anciano, si vuelvo a venir a este lugar y veo que sigues maltratándola, no tienes idea de lo que te espera¡
—¡Está bien, está bien, por favor bájame!

Albert lo bajó rápidamente, en cuanto el hombrecillo volvió a tocar tierra, entró por la misma puerta de donde entró, Albert cruzó la puerta de la barra y tomó asiento junto a la muchacha, el anciano se asomó por la puerta y agitado le dijo a la chica:

—Sírvele lo que él quiera como cortesía, yo, estaré en la cocina revisando algunas cosas

Permaneció unos instantes en la puerta mirando asustado a Albert, en cuanto cerró la puerta, la chica suspiró de alivio, ella dijo:

—Vaya, jamás pensé que vería a mi jefe así de asustado.
—Que viejo tan hipócrita.
—Lamentablemente lo hace todo el tiempo, pero no puedo hacer nada sino quiero perder este trabajo, perdón por involucrarte en esto.
—Para nada, solo quería darle un escarmiento y que cerrara la boca.
 Dijo amablemente Albert
—Gracias— sonrió la chica, Albert sonríe también, ella desvía la mirada y dice —Y bien, ¿qué te sirvo?
—Que sea mediano para llevar, debo regresar a la biblioteca, lo mejor que tengas
—Muy bien, será un champurrado mediano, es nuestra bebida del día

Mientras Albert bebía, la muchacha buscaba en su mochila su almuerzo, de ahí sacó una pequeña pieza de pan dulce y la guardó en una pequeña bolsa de papel

—Está delicioso, ¿cómo se llama?
—Champurrado
—¿Champurrado?...
—Sí, es una bebida de mi país, lo disfrutarás más con esto

Ella le da la bolsa de papel, Albert dejó su vaso sobre la barra y curioso, abrió la bolsa para ver su contenido, sacó la pieza de pan y la observó:

—No conocía este curioso pan.
—Es una concha, se llama así porque la costra tiene forma de una concha.

Albert le da un mordisco y lo saborea, ella continúa:

—Ese es de vainilla, por eso es amarillo en su costra, normalmente son más grandes, pero como prueba, hice pequeños.

En cuanto Albert lo ingiere, dice:

—También está delicioso, deberías de venderlos.
—Eso pienso hacer, pero ya sería bajo aprobación de mi jefe.
—Sé que lo va a aprobar, serán un éxito.
—Gracias— Se sonroja un poco.
—Bien, me tengo que ir, nos vemos después.
—Claro.

Albert vuelve a meter el pan a la bolsa y lo pone en su bolsillo derecho, con la mano izquierda toma el vaso, antes de salir ella dice:

—Y de nuevo... gracias
Él cortésmente respondió :—No hay de que.

Albert deja el establecimiento y la joven lo ve por la ventana caminando de regreso a la biblioteca hasta que da vuelta a la esquina donde desaparece.

jueves, 29 de marzo de 2018

Acto 3. Migrante

9:20 am
Albert bajó del autobús, se detuvo enfrente de la biblioteca para contemplarla; este edificio se caracterizaba por su arquitectura gótica, su gran altura de 25 metros y sus muros hechos de cantera; en sus esquinas, en el tejado, tiene unas elegantes gárgolas. Albert notó una novedad: las puertas de ingreso ya no eran de madera y de bisaras, ahora son de cristal y automáticas.
A pesar de que se encontraba lejos del ingreso, él caminó cruzando el pequeño estacionamiento que estaba antes de la puerta de ingreso.

Cuando llego a la entrada, encontró el perchero, mientras se quitaba la bufanda y el gorro, vio a su querido amigo sentado en la silla del puesto de recepción mientras dormitaba, tenía sus lentes de lectura puestos y sobre su pierna derecha un libro pequeño titulado "La metamorfosis de Franz Kafka"; Albert dejó su mochila en uno de los estantes que estaban al lado del perchero, se acercó al escritorio lentamente para evitar hacer sonidos fuertes con sus pasos.

Apoyó su mano derecha sobre el escritorio, hizo un sonido rápido y melódico con su dedo medio e índice sobre el escritorio, Hudson despertó, parpadeó, levantó la cabeza, vio a Albert, pero no lo distinguía por los lentes, cuando se los quitó parpadeó un par de veces y dijo sorprendido:

—Albert, que sorpresa niño

Dejó su libro sobre el periódico, que estaba lado su taza de café, todo esto estaba sobre el lado inferior derecho de la mesa, también plegó sus lentes y los puso sobre el libro.

—Hace tanto que no te veo por acá
—Si más recuerdo, hace tiempo mencioné que viviría en la cuidad por mis estudios, ¿o no? —dice Albert dudoso
—Es verdad, vaya, ¿y cómo te ha ido en ese lugar?
—Hasta ahora todo bien
—Quiero buenas calificaciones, no de decepciones
—No tengo mucho problema con eso, tú me conoces. Ojalá sea este mi futuro trabajo, me vendría bien tomar siestas como tú de vez en cuando
—¡Ja!, lo dudo, no creo que alguien como tú sea dueño de un lugar como éste, es lo único que tengo para siquiera hacer algo durante el día, es aburrido ser pensionado

Albert ve el encabezado del periódico que dice "Habrá juicio para el líder de la secta "La raíz" por presunto acto delictivo en Haleaf"

—¿Los miembros de la raíz?, ¿pero de qué los están acusando?
—Oh, sí, creo que bien sabes que ellos reciben órdenes de su supuesto dios, pues, de acuerdo con lo que dice su líder, éste les ordenó que vinieran aquí y encontraran a un "fénix reencarnado", lo capturaran y se lo llevaran a su templo que está en el bosque
—¿Y qué hicieron?
—Los están acusando supuestamente de haber secuestrado a un joven, más o menos de tu edad, él se encontraba desaparecido hace días en el mismo bosque donde está templo, siguen investigando al respecto, todavía no hay más información sobre el muchacho.
—Esa secta jamás ha tenido este tipo de problemas, nunca han hecho daño a nadie.
—Afortunadamente es una secta pacífica, no como otras
—Ojalá al final solo sea un malentendido
—Eso espero también

Albert ve la escalera pequeña con pasamanos de madera rústica, su mirada sigue las escaleras y en la media planta, contempla numerosos estantes y pocas mesas equipadas con lámparas y baja la mirada hacia las escaleras de la derecha. Hudson tomó sus lentes y su libro, se puso las gafas y abrió el libro

—¿Buscas algo en especial? — Preguntó sin desviar la mirada hacia el libro
—Uh, sí, hace poco conocí a un poeta que habla sobre lo bello y lo horrendo, pero no recuerdo el título ni el autor
—Las flores del mal de Charles Baudelaire— dijo inmediatamente Hudson
—Sí, creo, ¿ya lo has leído?
—Claro, algo retorcido pero original, quizá no lo vas a dejar hasta el final, estante 8, CHA.03
—Gracias amigo
—Si necesitas algo, házmelo saber
—Claro

Albert ubicó el estante 8, era el último según el orden de izquierda a derecha, subió por las escaleras de la izquierda, rápidamente encontró el libro y se estableció en una de las mesas sin lámpara, éstas estaban en una sobresaliente, que parecía un balcón, y desde ahí se podía ver al exterior a través de las tres inmensas ventanas con cristal.

Unos minutos después, las puertas automáticas dieron ingreso a alguien más, una chica de corta estatura, castaña y delgada, vestía completamente de negro, blusa de manga larga pantalón de mezclilla, una boina tejida y un par de converse en blanco y negro; dejó en el perchero su pequeño morral, subió por las escaleras de la izquierda haciendo ruido, por lo que despertó a Hudson que estaba dormitando de nuevo, él inmediatamente redirigió la mirada hacia la lectura sin darse cuenta de que la chica entró, ella fue a los estantes que estaban cerca de Albert.

Albert dejó de estar concentrado por tanto movimiento que podía ver el resto de su campo visual, cuando levantó la mirada, vio a la pequeña mujer, y no pudo dejar de verla: de piel clara, bella de rostro, además de nariz, ojos y boca pequeños, buscaba ansiosamente su libro, rápidamente iba de un estante a otro para seguir buscando, cuando ella vio a Albert, él inmediatamente redirigió la mirada al libro, ella vio sorprendida el libro que Albert tenía en sus manos, entonces ella se acercó y le preguntó:

—¿Disculpa, en qué estante encontraste ese libro?
—Cuando Albert levantó la mirada para responderle, se quedó mudo unos segundos y respondió:
—En el... estante 8, CHA.03

La chica vio hacia los estantes, comenzó a buscar con la mirada el estante, Albert cerró el libro, lo tomó con su mano izquierda, estiró el brazo y le dijo:

—Tómalo
—Espera, yo...
—Adelante, supongo que tienes prisa— insistió Albert mientras la miraba un poco nervioso, ella tomó el libro con su mano derecha.
—Gracias— respondió la joven.

Comenzó a lloviznar, cuando ella escuchó gotas impactando en el techo, bajó por las escaleras de la derecha y fue con Hudson para registrar el préstamo, entre ellos no hubo intercambio de palabras, mientras tanto, Albert seguía observándola y analizándola.
Cuando la muchacha salió de la biblioteca, Albert se dirigió al escritorio de recepción de Hudson y le preguntó:

—¿La conoces?
—¿A ella?, esa chica, es la... trigésimo cuarta vez que la veo desde que comenzó marzo, vaya que frecuenta en este lugar sin encanto para los adolescentes de hoy en día, es solo una cara bonita que viene aquí a tomar libros populares como todas, esas novelas dramáticas, ridículas y vacías.
—No buscaba una novela, buscaba una antología de poemas.
—Olvidémonos de esto, créeme que no hay mejor compañía que un libro, ellos te dan un mejor y más interesante escape de la rutina comparado con una persona sin argumentos fijos y que no suelen tener buena memoria
—Aunque sean un escape de la rutina, solo te ofrecen un tema en específico, una persona es una biblioteca mental

Hudson quedó en silencio y respondió: —Buen punto

Albert rio un poco y dijo:

—Me parece interesante que le guste ese extraño autor, presiento que podríamos llevarnos bien
—Oye niño tranquilízate, ve más despacio, tengo un mal presentimiento, y la verdad, me da mala espina
—Como siempre, nunca confías en nadie amigo
—En este mundo, ya lo sabes, la confianza como tal jamás ha existido, pero siempre ha estado presente el arte de la guerra
—Es mejor tomar el camino arriesgado para ver si existe una solución y ser mejores seres pensantes: errores hechos por humanos, resueltos por humanos
—Eres de admirarse Albert, créeme que me sentiría muy mal si algo te pasara
—No solo tengas confianza, ten fe
—Entonces, ¿qué piensas hacer?
—Quiero saber sobre ella, me parece, alguien interesante
—Niño, no dejes que tus impulsos te dominen
—Procuraré no hacerlo, pero, me pregunto, ¿a dónde va en esta ligera llovizna, y, sobre todo, sola?
—Albert...

Albert, ignorando a Hudson, fue a los estantes y tomó su mochila, fue a al perchero y tomó su gorro y bufanda.

—Albert, no me digas que...

Tomó del perchero su gorro y bufanda y se dirigió a la salida ignorando a Hudson que repetía su nombre subiendo el tono de voz para evitar que saliera, pero las puertas automáticas estuvieron a favor de Albert, logrando así salir de la biblioteca y abandonando a Hudson.

—Espero no cometas un error— dijo Hudson.